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domingo, 8 de abril de 2012

Domingo de Resurrección

Aurelio Ferrándiz García
Cura Párroco



¡ÉSTE ES EL DÍA EN QUE ACTUÓ EL SEÑOR!



            La resurrección del Señor constituye el núcleo central de nuestra fe. No es la Iglesia la que ha puesto en marcha esta fe en el Señor resucitado, sino la fe en el resucitado la que ha puesto en marcha a la Iglesia. A partir del acontecimiento grande de la resurrección del Señor, una multitud incontable de hombres y mujeres a lo largo de la historia han caminado tras el Resucitado.



1.      Dios siempre actúa
“Este es el día en que actuó el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo”

            He aquí el grito de alegría que se extiende por todo el mundo en la mañana de Pascua. La muerte no tuvo la última palabra sobre Jesús de Nazaret, su Padre Dios actuó resucitándolo de entre los muertos. Podemos decir que el gran protagonista de este día es el Padre, tal y como lo proclama la primera lectura de la misa de hoy, cuando dice: “Dios lo resucitó al tercer día”. En el momento menos esperado, cuando los grandes jefes dormían tranquilamente después de haber sellado y puesto guardias en el sepulcro, precisamente ahora, entra el Padre en el reino de la muerte y, contra toda esperanza, rescata al Hijo de la muerte y lo constituye como Señor.
            Parecía que Dios estaba con los brazos cruzados ante la muerte de su Hijo, pero no es así, Dios actuó, él siempre actúa. Desde el principio de la creación no ha dejado de actuar, a su tiempo, que no es el nuestro. Él siempre actúa para dar la razón al débil, al inocente, al necesitado, al que confía en su misericordia. La última palabra es de Dios. La vida es más fuerte que la muerte, el perdón más fuerte que el odio. El bien siempre triunfa sobre el mal, y todo esto porque Dios actúa.
            La liturgia nos invita en este domingo a estar alegres y contentos porque suya es la victoria. Hemos de alegrarnos en el Señor y dejar que él actúe en nuestra vida, sobre todo en nuestras limitaciones y carencias, en nuestro pecado. Él está dispuesto a abrir nuestros sepulcros para que resucite la vida.

2.      Pensemos en las cosas de Dios
“Buscad los bienes de allá arriba”

            Éste es un día para pensar en lo de arriba, en las cosas de Dios. Es fácil estar atrapados por lo de aquí abajo, lo terreno, lo sensual, lo material, los negocios, el éxito, la suerte, la fama, el prestigio, el qué dirán. Pero Dios hoy nos invita a “buscar los bienes de allá arriba”, porque hemos resucitado con Cristo. Ésta es nuestra meta: gozar del triunfo de Cristo, que es la vida de Dios. Comencemos ya a saborear y apreciar las cosas espirituales: la paz, el amor, la justicia, la misericordia, la mansedumbre, la alegría. ¿Cuáles son nuestros bienes? Deberíamos estar más llenos de Cristo, de su vida nueva.    
    

3.      Creer en Jesucristo como Señor de la Vida
“Él había de resucitar de entre los muertos”

Vencer la muerte es lo más difícil, sólo Dios lo puede hacer. La victoria de Dios es también nuestra victoria. La vida es asunto de Dios y él nos ha prometido devolvernos la vida. Por ello no hemos de temer a la muerte, ni temblar, sino llenarnos de su resurrección. Todos los que quieran resucitar con Cristo, apropiarse de su triunfo, han de creer en él como Señor y Salvador.
Nuestra oración en este día se formula así: “Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa”. 


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