Jesús nos deja el pan y el vino, su Cuerpo y su Sangre, el alimento de vida para siempre. Y nos invita a vivir llenos de su mismo amor. Jesús lava los pies de sus discípulos, para invitarnos a amar como él ha amado. Y nos deja el gozoso don de la Eucaristía, porque quiere estar siempre con nosotros.
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